Ecomillonarios

El pasado sábado, 21 de febrero, El País publicaba un reportaje muy interesante sobre los Ecomillonarios: personalidades de todo el mundo con un alto poder adquisitivo que invierten parte de su dinero en lugares vírgenes o desérticos para ayudar al planeta; o bien respaldan el desarrollo sostenible a través de sus negocios.

Desde la actriz Emma Thompson, hasta el sueco Johan Eliasch, el documento repasa los proyectos ecológicos y sostenibles de los empresarios más destacados del mundo.

En cuanto a España, se subrayan los nombres de Lorenzo Fluxá, dueño de Camper, que inventó un zapato reciclado además de mantener importantes medidas ecológicas en su Fundación: energía solar, agricultura ecológica y reciclaje.

Se nombra también en El País a José Manuel Entrecanales, propietario de Acciona, que es según Greenpeace uno de los perfiles de ‘ecoempresario’ más destacados.

Sin embargo, el referente para ese binomio empresario/ecología alude a FCC, cuya línea ecológica fue iniciada por Alberto Alcocer y Alberto Cortina en la llamada “Construcciones y Contratas”, la cual pudieron expandir y convertir en la primera constructora española. Fueron sus ex esposas quienes, gracias a la labor de los primos, pudieron convertirla en el actual grupo FCC, el cual logró adjudicaciones en 2008 por valor de 2.887 millones de euros en actividades de saneamiento urbano.



Fuente: El País

COMPROMISO ECOLÓGICO

Alberto Alcocer crea un "pulmón verde" en la finca de 'El Avellanar'


El pasado mes de octubre, el diario ABC hacía pública una información poco difundida pero interesante. El compromiso ecológico del empresario Alberto Alcocer le ha llevado a levantar alrededor de 250.000 árboles que ha plantado, sin subvenciones y sin más motivación que la de su espíritu medioambiental.

El nuevo “pulmón verde” se localiza en la finca “El Avellanar”, un enorme y preciado terreno que ha cobijado a nobles y grandes de España, convertido por Alcocer en su particular apuesta por el desarrollo sostenible. Así, en los últimos años, el empresario ha repoblado 425 hectáreas en las tierras de Toledo, Ciudad Real y Badajoz situadas dentro de dicha finca.

Más ejemplares para 2009
La mayoría de los ejemplares son alcornoques, siendo los 5.500 restantes ejemplares de encinas. El objetivo de Alberto Alcocer es seguir aumentando esta cifra, por lo que ha planeado para el 2009 nuevas plantaciones que cubrirán otras 50 hectáreas. En total, 35.000 especies nuevas.

Los cálculos medioambientales publicados por ABC aseguran que los árboles plantados hasta el momento absorben el CO2 emitido cada año por 138.660 españoles.

Fuente: ABC/ 05-10-2008

Éxitos de los Albertos

El éxito logrado este año 2008 al conseguir que, primero el Tribunal Constitucional y luego el Supremo, les absolvieran de las acusaciones de delito de estafa en el caso Urbanor no es el único logrado por Alberto Alcocer y Alberto Cortina.


Estos empresarios y financieros españoles aparecieron, por primera vez a mediados de marzo, en la revista Forbes destacados entre las 1000 mayores fortunas del mundo. Es la segunda vez en su vida que ambos realizan una fortuna considerable, aunque la primera vez (al desarrollar en apenas veinte años lo que hoy es FCC) la inmensa mayoría de la fortuna quedó en manos de sus primeras mujeres, herederas del que, con ellos, llegó a ser el mayor grupo constructor español.

Pero Alcocer y Cortina, que sacaron tras el divorcio poco más de 5000 millones de las antiguas pesetas, volvieron a tener éxito en las dos décadas siguientes, primero al multiplicar por los 6 el valor del Banco Zaragozano y luego contribuyendo a crear junto con Florentino Pérez y los March el actual grupo ACS, primera constructora española y una de las mayores europeas y mundiales.

Tras casarse en separación de bienes con Esther y Alicia Koplowitz, Alberto Alcocer, nieto de alcalde de Madrid e hijo de agente de cambio y bolsa, y Alberto Cortina, hijo del exministro de Franco Pedro Cortina Mauri, empezaron en 1970 a hacerse cargo de la empresa Construcciones y Contratas, creada en 1952 por el padre de ambas, Ernesto Koplowitz, un emigrante judío de Silesia llegado a Madrid tras la gran guerra y muerto en 1962 al caerse de un caballo.

Al llegar los primos la empresa facturaba anualmente menos de 1.000 millones de pesetas. Veinte años después, al salir de ella, se había convertido en un grupo de más de 30 sociedades, con una facturación próxima a los 300.000 millones de pesetas, encabezando por entonces el ranking de los grupos constructores españoles y siendo el pionero y lider en la diversificación.

De 450 a más de 650.000 millones

A los problemas de supervivencia encontrados por la empresa Construcciones y Contratas contribuyó la falta de entendimiento entre los herederos de Ernesto Koplowitz, quien tuvo 5 descendientes de tres mujeres distintas.

Las familias no se hablaban entre sí, como consecuencia de los problemas de reparto de una herencia entonces próxima a los 2000 millones de pesetas. Los dos hijos de la primera mujer, Ernesto e Isabel Koplowitz, heredaron el 33,3% de Conycon, mientras que Alicia y Esther --hijas de la esposa legítima, Esther Romero de Joseu-- recibieron el 33,3% cada una. El quinto hijo, fruto de una relación tardía con una venezolana, quedó fuera de la empresa.

Esos problemas de gestión fueron en parte resueltos con la ayuda de Ramón Areces, fundador de El Corte Inglés, amigo de Esther Romero y padrino de sus hijas Esther y Alicia Koplowitz. Don Ramón se involucró a fondo en la gestión de Conycon tras la muerte de Esther Romero para ayudar a sus ahijadas: empezó a darle las obras de todos los centros de El Corte Inglés y se llevó al consejo de la empresa a la plana mayor de sus pujantes grandes almacenes.

Pero Conycon no se benefició tanto como otras empresas del fuerte desarrollismo español de los años sesenta. De ahí que todavía en 1972 el valor oficial de la sociedad sería fijado en 600 millones de pesetas, sin apenas crecimiento real respecto a la empresa dejada por Ernesto Koplowitz.

Esa primera valoración se realizó poco después de incorporarse a Conycon los dos inquietos primos, quienes al llegar a la empresa incluso rechazaron la oferta que les hizo Don Ramón para quedarse con el 10% del capital en la primera ampliación. En efecto, además de su ulterior apuesta por la diversificación y la expansión, una de las primeras decisiones exitosa de los Albertos como administradores de la empresa donde tenían mayoría sus mujeres fue la de comprar el citado 33,3% a los hermanastros de Esther y Alicia. Ernesto e Isabel cobraron 150 millones de pesetas por ese tercio, pagados con el aval de Areces y de los dos primos.

El negocio impulsado por los Albertos fue fabuloso para Esther y Alicia, quienes permanecieron al margen de la gestión de la empresa, porque 18 años después ese 33,3% del ya diversificado grupo que montaron en torno a Conycon, se había multiplicado por más de 660 veces, a pesar de la gran crisis vivida por la economía española entre 1973 y 1985.

El grupo que dejaban los primos en 1990 al divorciarse de las Koplowitz había elevado su valor desde los 450 millones de 1972 a más de 300.000 millones de pesetas, gracias a que en esos 18 años habían comprado sobre todo Portland Valderrivas, Focsa, Banco Zaragozano y el 12% de las acciones del Banco Central. Valor que seguiría creciendo pese a no realizar desde entonces nuevas adquisiciones de empresas. Así, cuando Esther compró a Alicia el 50% del ya fusionado Fomento de Construcciones y Contratas (resultado de fusionar Conycon y todas esas participadas menos el Zaragozano, donde se irían los Albertos) le pagaría casi 200.000 millones de pesetas.

Y al día de hoy la capitalización de FCC se aproxima a los 4.000 millones de euros, equivalentes a unos 650.000 millones de pesetas. Por eso Esther y Alicia aparecen desde hace años entre las 100 mayores fortunas del mundo, según la revista Forbes.

Claves del éxito

El buen hacer de los primos en la construcción, su excelente relación con los hombres de El Corte Inglés (quienes todavía hoy se entienden mejor con los primos que con sus ex mujeres), las políticas de diversificación desde la construcción a la industria y los servicios, así como la reinversión de beneficios por no repartir apenas dividendos, fueron las claves de esa expansión.

A ello contribuyó también una discreta política de adquisiciones, que impidió calentar los valores de las empresas que deseaban comprar el hijo del agente de cambio y bolsa y su primo Cortina.
Frente a los más de 450.000 millones de capitalización de FCC cuando la dejaron los Albertos, el capital social de Conycon era de 120 millones de pesetas en 1970, cuando los Albertos empezaron a trabajar en la empresa y a utilizar su extensa red de contactos, pues Alcocer era nieto del exalcalde de Madrid e hijo de un agente de Bolsa, mientras que Cortina era hijo del ex ministro de Asuntos Exteriores Pedro Cortina.

Pero también tenían ambos jóvenes simpatía e inteligencia para tratar con personalidades de cualquier signo político, como no tardarían en demostrar con creces en un frente tan importante para la empresa como las relaciones con los ayuntamientos, que durante la democracia superarían en mucho los resultados de los primeros años de setenta de franquismo.

Además de prestar especial atención al servicio de retirada de basuras, su primera inversión fuera de la propia compañía consistió en comprar por 500 millones de pesetas el 12% del Banco de Fomento, del grupo Central, aunque sin las pretensiones de control que años después demostrarían en las sucesivas adquisiciones.

Pero todavía durante algunos años más los Albertos se centrarían en la expansión hacia adentro para consolidar la actividad constructora mientras diversifican la empresa y extienden sus actividades de servicios desde el Ayuntamiento de Madrid, donde conocen a personas tan importantes en su vida como Florentino Pérez, actual socio en ACS-Dragados, hacia otros ayuntamientos de grandes capitales españolas, en especial los de Valencia y Bilbao, donde sintonizan bien con la alcaldesa Pilar Careaga.

Tras Portland, FOCSA y Zaragozano

La verdadera estrategia de expansión hacia fuera de Conycon no la iniciarían hasta el año 1980, cuando empiezan a comprar, con su permanente táctica de "goteo", acciones de la cementera Portland Valderrivas, empresa del grupo Banesto, de la que poco a poco adquieren los paquetes que salían a Bolsa sin forzar al alza los precios (cuatro años después ya tenían el 29%) y luego aprovecharon la liquidación de activos de Banesto para quedarse con otro 18%.

Así, con apenas 3000 millones de pesetas de inversión, llegaron al 47% y a hacerse con la gestión de una empresa que en 1989 ya valía en Bolsa unos 80.000 millones de pesetas. Valor creado mayoritariamente por la decisión de los Albertos de construir Torre Picasso, el mayor edificio de Madrid, en la que Portland invirtió apenas 14.000 millones de pesetas y en 1989 ya valía 90.000 millones de pesetas, de los que un 80% eran de la cementera.

También en 1980, cuando habían logrado diversificar Conycon elevando su participación en las contratas de servicios con los ayuntamientos desde menos del 25% a más de 50%, los Albertos se fijan como objetivo estratégico la compra de su mayor competidora en este frente: Fomento de Obras y Construcciones (FOCSA), empresa de origen catalán creada en 1904 y que por entonces carecía de un propietario claro, siendo su presidente y posterior vicepresidente José Torra Martí, tío de Alberto Alcocer Torra. Pero Con la misma táctica de "goteo" y de la mano del Banco Santander, con cuyo fundador Emilio Botín padre los primos se entienden a las mil maravillas, Conycon ya tenía en 1986 el 41% de FOCSA sin haber invertido mas que 2.800 millones de pesetas, participación que al año siguiente elevan al 47% aprovechando la crisis de la Bolsa. El resultado es que se hacen con la gestión por un total de 4.000 millones de pesetas, cuando las bolsas ya valoraban la empresa en casi 70.000 millones de pesetas.

Casi al mismo tiempo que en Portland y FOCSA, los Albertos se fija como objetivo la entrada de Conycon en el Banco Zaragozano, aunque en este caso --y a diferencia del Banco de Fomento-- pretenden desde el principio hacerse con el control. El propio presidente Moisés Calvo, ajeno a sus propósitos, les vende un 3%, tras lo cual compran un 6% a Banesto y otro 10% al Central, de manera que en 1984 Conycon ya era el mayor accionista y empiezan a reclamar la gestión. Poco después el Santander les vende otro 8%. Así, ese mismo año, los primos controlaban ya el 34%, que les había costado un total de 3.500 millones, cuando cinco años después el Banco Zaragozano era valorado por la bolsa en más de 50.000 millones de pesetas.

 
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